sábado, 5 de julio de 2014

Lo que decidió un joven en angustia

     Había una vez, dos compadres – Pedro y Luis- que conversaban en contemplación de los llanos venezolanos, uno más afligido que el otro le confiesa a su receptor que se siente agobiado, porque había descubierto que la esposa de su amigo Juan le era infiel con el dueño del abasto principal.
-Luis, la mujer de mi amigo Juan lo engaña, y siento pena por él, ¿Qué hago? ¿Se lo digo para que salga de esa oscuridad? ¿O dejo pasar el tiempo para que él solo la descubra?
-Pedro, te escucho y entiendo. El aprecio que sientes por tu amigo es digno de respeto, pero antes de tomar cualquier disposición te contaré una historia, de un joven que en angustia toma una gran decisión: En cierta ocasión, ya para finales de año escolar, en un colegio privado se realizó el concurso de talentos que por costumbre se hacía todos los años. Ese día, el joven más popular (Alfonso) en muestra de desobediencia y mal comportamiento, decidió dañar la escultura de una de las niñas más aplicadas de la institución. La escultura era de arcilla, y por lo visto era notorio que había llevado mucho tiempo en hacerse. Pero Alfonso no midió su grado de inmadurez, y cuando estaba sólo con la escultura, la tumbó al suelo para provocar el caos en la institución. Justo en ese momento, y por los lados del jardín, pudo observar Rafael -niño becado en el colegio- la atrocidad que hacía Alfonso. Este lo vio y le hizo señas para que mantuviese el secreto.
     Con el paso de los días, el director del colegio convocó una reunión con todos los estudiantes, porque había observado a través de las cámaras del circuito cerrado que varios educandos pudieron darse cuenta de lo que había sucedido con la escultura de arcilla. Entre ellos Rafael. A todos le preguntaron, a todos entrevistaron para averiguar quién daño la escultura, pero solo a Rafael amenazaron de botar de la institución, ya que los otros estudiantes eran hijos de padres adinerados que beneficiaban económicamente al colegio, mientras que Rafael era un estudiante becado.
     En el momento de la entrevista a Rafael, el director fue muy duro en palabras, le dejó en claro que si no delataba al culpable, sería expulsado del colegio impidiendo así su próxima meta, la universidad. Rafael  se debatió en una encrucijada: puede delatar a su compañero y obtener fácilmente un ingreso a la universidad, o protegerlo y ser expulsado del colegio. Optó por seguir sus principios, poniendo así en peligro su futuro, pero dejando su integridad en alto. No dijo quién fue, pero si le hizo saber al director que una escuela (al igual que la iglesia) no la hacen las paredes, sino las personas que están en su interior, y que si su escuela estaba llena de estudiantes delatores, sería entonces una institución mediocre. Esta enseñanza la escuchó Alfonso, quien con mucha vergüenza y cautivado con la actitud de Rafael confesó su delito.
     Escuchando la historia que le contó su compadre Luis, Pedro se sintió más tranquilo, decidió dejar pasar el tiempo, que todo lo sabe, que todo lo enseña. Y pensando en todo lo que sintió el joven del relato, concluyó que:

“El Miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente”


Marysabel Díaz

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