sábado, 5 de julio de 2014

Comentario de “El Lazarillo de Tormes”
     La literatura es ese mundo paralelo que lleva la realidad, un espacio que contiene historias fantásticas que hacen de la imaginación del lector un mundo gigante. Aun así, la literatura no deja de tocar temas que pueden estar presentes en la realidad. Y es entonces cuando el lector se siente identificado, con aspectos ficticios que son reales (realidad en la ficción).
     En este orden de ideas, aparece en la literatura “El Lazarillo de Tormes”, una larga epístola que el autor remite a un corresponsal incógnito (a quien trata de "Vuestra Merced"). Está fraccionada en siete tratados y un prólogo, y narra en primera persona la vida de Lázaro González Pérez, un niño de origen muy humilde cuyo sobrenombre deriva del lugar donde nació, el río Tormes. La vida de Lázaro en resumen es muy difícil, el personaje atraviesa por muchas cuestiones que esbozan las características principales de la sociedad de la época (siglo XVI). La muerte de su padre, la captura y azote de su padrastro luego, el servicio que le presta a un hombre ciego “astuto y cruel” por ordenanza de su madre, el hambre que pasa durante casi toda la obra, las burlas que atraviesa… son aspectos que esta novela picaresca deja en claro para establecer que la vida muchas veces no es fácil. Por ello, Lázaro sufre una transformación que no deja al personaje en una trascendencia lineal, sino evolutiva. Va cambiando, quizás por los efectos de las dificultades que atraviesa. Y se hace fuerte, al punto de soportar (ya de adulto) la infidelidad de su mujer. Y no es que no le haya afectado, sino que en comparación con todos los sufrimientos vividos, este era uno menos doloroso. De hecho, el motivo de relatar la historia de su vida, es que Lázaro escribe una carta donde se defiende de los rumores y de las burlas que recibe públicamente por la supuesta condición de infiel de su mujer.
     Los valores en esta obra se aprecian a flor de piel, sobre todo la humildad, pero también los antivalores… el azote, el sometimiento, el irrespeto, la maldad y hasta la infidelidad muestran el lado oscuro de la vida. Existen valores y antivalores, que se ven expresados en la forma de vivir de las personas. El problema viene cuando se confunden valores con situaciones y se vive de determinada manera, pensando que se está siendo leal a un valor. El tema de la pobreza y la vida humilde es una de ellas, ya que en innumerables ocasiones se piensa que la pobreza es la forma adecuada de vivir con humildad. Por ello también es considerable pensar que esta novela muestra lo hermoso de la vida “demostrando” su fealdad, convirtiéndose  esto en una paradoja.
     El género epistolar tiene un gran poder, y es involucrar al lector de tal forma que puede sentirse parte de la obra. Cuando se lee al Lazarillo de Tormes, en muchos aspectos se siente indignación, por la serie de fracasos que este sufre. Es allí cuando la literatura más allá de presentar la ficción de la ficción, presenta un viaje a lo desconocido, pero identificable. “El viaje de los que no pueden tomar el tren”.

Marysabel Díaz
Lo que decidió un joven en angustia

     Había una vez, dos compadres – Pedro y Luis- que conversaban en contemplación de los llanos venezolanos, uno más afligido que el otro le confiesa a su receptor que se siente agobiado, porque había descubierto que la esposa de su amigo Juan le era infiel con el dueño del abasto principal.
-Luis, la mujer de mi amigo Juan lo engaña, y siento pena por él, ¿Qué hago? ¿Se lo digo para que salga de esa oscuridad? ¿O dejo pasar el tiempo para que él solo la descubra?
-Pedro, te escucho y entiendo. El aprecio que sientes por tu amigo es digno de respeto, pero antes de tomar cualquier disposición te contaré una historia, de un joven que en angustia toma una gran decisión: En cierta ocasión, ya para finales de año escolar, en un colegio privado se realizó el concurso de talentos que por costumbre se hacía todos los años. Ese día, el joven más popular (Alfonso) en muestra de desobediencia y mal comportamiento, decidió dañar la escultura de una de las niñas más aplicadas de la institución. La escultura era de arcilla, y por lo visto era notorio que había llevado mucho tiempo en hacerse. Pero Alfonso no midió su grado de inmadurez, y cuando estaba sólo con la escultura, la tumbó al suelo para provocar el caos en la institución. Justo en ese momento, y por los lados del jardín, pudo observar Rafael -niño becado en el colegio- la atrocidad que hacía Alfonso. Este lo vio y le hizo señas para que mantuviese el secreto.
     Con el paso de los días, el director del colegio convocó una reunión con todos los estudiantes, porque había observado a través de las cámaras del circuito cerrado que varios educandos pudieron darse cuenta de lo que había sucedido con la escultura de arcilla. Entre ellos Rafael. A todos le preguntaron, a todos entrevistaron para averiguar quién daño la escultura, pero solo a Rafael amenazaron de botar de la institución, ya que los otros estudiantes eran hijos de padres adinerados que beneficiaban económicamente al colegio, mientras que Rafael era un estudiante becado.
     En el momento de la entrevista a Rafael, el director fue muy duro en palabras, le dejó en claro que si no delataba al culpable, sería expulsado del colegio impidiendo así su próxima meta, la universidad. Rafael  se debatió en una encrucijada: puede delatar a su compañero y obtener fácilmente un ingreso a la universidad, o protegerlo y ser expulsado del colegio. Optó por seguir sus principios, poniendo así en peligro su futuro, pero dejando su integridad en alto. No dijo quién fue, pero si le hizo saber al director que una escuela (al igual que la iglesia) no la hacen las paredes, sino las personas que están en su interior, y que si su escuela estaba llena de estudiantes delatores, sería entonces una institución mediocre. Esta enseñanza la escuchó Alfonso, quien con mucha vergüenza y cautivado con la actitud de Rafael confesó su delito.
     Escuchando la historia que le contó su compadre Luis, Pedro se sintió más tranquilo, decidió dejar pasar el tiempo, que todo lo sabe, que todo lo enseña. Y pensando en todo lo que sintió el joven del relato, concluyó que:

“El Miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente”


Marysabel Díaz

sábado, 21 de junio de 2014

Análisis de Épica Patética. La imaginación y sus límites.
       Se dice que la literatura es la ventana más amplia abierta hacia la imaginación. Con las lecturas, y más aún, con las lecturas de literatura, y mediante la imaginación, se puede “ver sin ver”, es decir, se manifiesta una capacidad de reproducir en imágenes todo cuanto se quiera, ya sea real o falso. Y por supuesto, esta función alterará mucho de unas personas a otras y según su potencia intelectual. Es así como entonces se puede comprender fácilmente (muy a pesar de lo abstracto que puede resultar la imaginación), la enorme capacidad que tiene en este caso Sir Patatas, un adolescente de quince años que se encuentra aislado en su cuarto procurando e “imaginando” ser el último sobreviviente de la tenaz orden del dragón. La mayoría de veces conversa con Sombra, quien lo advierte, le incita, le aconseja y le sigue la “corriente”, e incluso, en ocasiones trata de interactuar con el lector. El meollo de la cuestión, es que Sir Patatas no es lo que dice ser, sino un muchacho común, Alejandro, que como casi todos frecuenta la Internet, lee, consulta novelas de caballería, ve comics… y en la suma de todo esto, se crea un mundo paralelo.
     Cuando Alejandro se muestra en el mundo real, se traslada entonces al consultorio psiquiátrico que busca las respuestas a sus alucinaciones imaginarias. Quizás lo más importante de esta cuestión mental sea el factor creativo de la misma. Se puede imaginar e inventar sin límite alguno, siempre y cuando se sepa dónde está la línea divisora entre lo fantástico y el mundo verdadero, el mundo real:
Sir Patatas cierra los ojos y se imagina a sí mismo blandiendo una espada de plata, conquistando princesas y liderando ejércitos medievales. Detrás del sillón, su Sombra, haciendo gala de vida propia, nos revela su forma de mujer oscura y hermosa.
     La imaginación también se libera en momentos de soledad, en Épica Patética se deja claro que uno de los factores porque Alejandro imagina es que se siente solo, de hecho, habla con Sombra porque no tiene más nadie con quien hablar: “Mi problema no es que hable con una sombra… es que no tengo a nadie más con quien hablar” dice en una de las páginas de la obra. La capacidad inventora de Alejandro se vuelve muy abstracta, al punto de confundir al mismo psiquiatra que lo atiende, pero este quiere saber qué ocurre en la mente del adolescente que se cree Sir Patatas (una suerte del doctor Malcom Crowe -en la película Sexto Sentido-, conocido psicólogo infantil de Philadelphia, cuando conoce a Cole Sear, un aterrorizado y confuso niño de ocho años que necesita tratamiento).
        Pensamientos, percepciones, vivencias, y creaciones pueden ser armonizados, en definitiva, estableciendo uno de los fenómenos psíquicos más importantes de la esencia humana. Ya Cervantes lo había planteado con Don Quijote, los excesos no son nunca favorables. La locura del Quijote proviene de la lectura excesiva de libros de caballería, al punto de imaginar aventuras extraordinarias donde él era un caballero andante. Sir Patatas es igual, pero muy adaptado a lo que es la época contemporánea. Aun así, el paso de lo real a lo imaginario, no es algo que se queda en la literatura,  es un aspecto tan común como no muchos piensan.

     El límite de la imaginación está justo cuando comienza la realidad, de la que muchas veces se busca huir.


Marysabel Díaz.

viernes, 20 de junio de 2014



La Real Academia Española y los venezolanismos.


     En toda lengua existe la preocupación de establecer con claridad el uso correcto de la misma, es decir, una norma que domine las diversas formas de hablar comúnmente utilizadas por la sociedad  y que a su vez refute las formas incorrectas, vulgares o postergadas (abandonadas). La norma culta, que sirve de guía y que se caracteriza por su universali­dad, por su arraigo cultural y por su estabilidad, constituye en modelo de corrección, no por imposición u obligación, sino por su utilidad, en cuanto que establece unos principios derivados de lo que la mayoría practica y que por ello ayuda y favorece a la unidad del idioma, unidad que no reconoce igualdad. Esta norma de corrección aceptada tiene unas vertientes de expansión: organismos, instituciones, personas instruidas, academias... La Real Academia Española, que es el prestigio social del buen uso del idioma español, y las grandes obras de escritores, contribuye a establecer y mantener unos “criterios” de corrección que innegablemente coo­peran a la unidad de la lengua. Esta academia se funda en Madrid el año 1713, bajo el reinado de Felipe V, inspirada en el modelo de la Academia Francesa y con el propósito, reflejado en sus primeras leyes, de trabajar al servicio del idioma español. Por ello la misma (la RAE), ha aumentado su pensamiento de “velar porque los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”. En consecuencia, no admite “por capricho” cualquier voz, sino que la analiza y estudia a fin de ultimar si es apta o no para su aprobación. El requisito fundamental es que haya alcanzado el uso general en cada país, entre otros requerimientos. Partiendo de esto, se observa que cada región origina voces o vocablos procedentes de las mutaciones y modificaciones que posee la lengua por su dinamismo natural; una variedad diferente de la española, pero no aislada ni impropia. Por tal motivo la Real Academia Española preocupada por la unidad y el porvenir de la lengua, decide incorporar (obedeciendo el origen de cada vocablo) los denominados ismos –bolivianismo, chilenismo, mejicanismos paraguayismo, venezolanismos, etc.- que parten de la identidad nacional, y que no establecen distinciones, discriminaciones ni privilegios entre los mismos. Acotando que el término españolismo aparece en el DRAE como Amor o apego a las cosas características o típicas de España”, cuestión que llama la atención a muchos estudiosos del tema. En lo que corresponde al venezolanismo propiamente dicho, la Real Academia (año 2000) hubo aceptado quizás 1.497 vocablos, excluyendo de ellos 109 voces, sin embargo se piensa que la institución no considera  de forma adecuada los venezolanismos, sin culpar de ninguna manera a los lexicógrafos venezolanos cuyo trabajo ha sido persistente, ya que no se han incorporado al DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) muchas voces propuestas por la Academia nacional. Existen motivos que probablemente hayan contribuido a la escasa atención que ha prestado la RAE a estos vocablos. En este sentido, ¿Qué ocurriría si la Real Academia Española no tomara en consideración a los venezolanismos?
     En primer lugar, es necesario recordar que la Real Academia Española está integrada por personas comunes, y que no es un ente “automático” capaz de aceptar o rechazar términos por voluntad propia. Esta academia está conformada por un grupo de personas –académicos- que mediante el análisis y estudio de diversos aspectos, y consideraciones, permiten la aprobación de normas, leyes y voces para que formen parte de lo que podría considerarse correcto. La Real Academia Española está conformada por académicos de número, académicos correspondientes españoles, académicos correspondientes extranjeros, académicos de número de las academias americanas y los académicos honorarios. Aunado a esto, y muy a pesar de ser académicos, también son hombres y mujeres que obedecen a su origen (español- europeo), a su identidad, a su arraigo y a lo que es más importante, a su propia lengua. Entonces podría existir quizás una especie de egoísmo o hermetismo para la elaboración de diccionarios, por ejemplo. Es muy difícil el desprendimiento total del pensar propio, de la tendencia ideológica. Por ello en la academia existe favoritismo a algunas voces y discriminación hacia otras que en algunos lugares se consideran pertinentes para el DRAE. La academia responde a un interés y a unas ideas que muchas veces son excluyentes. De allí el pensamiento de concebir al diccionario como no preciso ni determinado, ya que el lexicógrafo tampoco lo es. El rechazo hacia muchos venezolanismos formaría parte de esta exclusión y discriminación, que no detiene el crecimiento de la lengua. La norma puede rechazar, pero la lengua avanza de forma desmedida.
     En segundo lugar, si la RAE no considerara a los venezolanismos se estaría negando la legitimidad de una sociedad, se estaría obstaculizando la justicia que tiene una colectividad a ser respetada por la ley. Además se negaría la diversidad (factor importante para la lengua, ya que la lengua es diversa), se estaría obviando que la lengua es variable, para tomar en cuenta solo aquella que nace desde donde se estudia, y con ello opacando el surgimiento de múltiples voces y vocablos. Por último se presiona implacablemente la identidad de una comunidad, que por más cambios que haya sumado a su desarrollo, posee una raíz, una identificación que la hace ser única y diferente dentro de su naturaleza.

     Por consiguiente, y para dar respuesta a la interrogante planteada al inicio, si la Real Academia Española no tomara en cuenta a los venezolanismos, estos no podrían entrar o participar en lo que se denomina la norma culta, pero no estarían deteniendo su crecimiento. La diferencia estaría en no pertenecer a un registro uniforme y “legal” que reconozca a estos venezolanismos como adecuados o correctos. La lengua se sigue ampliando, todos los días existen cambios dentro de la misma, y todos los días surgen palabras y expresiones nuevas que no buscan en primera instancia ser “aprobadas”. Simplemente surgen. Probablemente la disminución del etnocentrismo en la academia contribuya a la permisión de palabras que no son íntimas y propias del español, es decir, del español de España, sino que también abra paso y valore a una cantidad de términos surgidos en otras latitudes. Tratar de que una lengua reconozca y defienda a una sola norma ideal es algo casi imposible de suceder, ya que la lengua es diversa y dentro  de su diversidad necesita expansión. 


Marysabel Díaz.

sábado, 11 de mayo de 2013


                                            “El Mosaiquito Verde” de Gustavo Díaz Solís

    
Sabemos que el amor es parte esencial en nuestra vida, sabemos que sin ello sería imposible vivir, muchas veces nos detenemos a pensar en los factores importantes que están implicados en dar y recibir amor, esperamos recibirlo en la misma medida que lo damos.
     Sin embargo y a pesar de lo que muchas veces analizamos y meditamos acerca del amor, de lo que queremos y esperamos de él, nos aventuramos a dejar que el sentimiento del amor fluya por algo o por alguien que nunca podrá realizarse plenamente, porque ese algo o ese alguien está prohibido. Justo en medio de esta prohibición y pensando en ello nace “El Mosaiquito Verde” de Gustavo Díaz Solís: Este cuento trata de dos jóvenes, Luisa y Enrique, que se enamoran a primera vista, y para que no descubran su amor, usan un mosaiquito verde que es el confidente de sus travesuras, ya que allí metían sus cartas de amor (valiéndose de que este podía levantarse de un lado, cuando se hundía por otro), sin embargo, tienen que enfrentar obstáculos. El hallazgo del mosaiquito verde representó para ellos la posibilidad de prolongar su amor en secreto, sin embargo, sus relaciones clandestinas se ven amenazadas por Ernesto, a quien Enrique vence en una pelea. La venganza hace acto de presencia cuando el joven rival conquista la amistad de un joven negro y robusto, a fin de que este le propine una paliza a Enrique.
     Sabemos que el amor, o lo que se piensa que es el amor, nos puede llegar en cualquier momento, siendo la adolescencia la edad en la que aflora este sentimiento a gran medida, y la “necesidad” que muchas veces se tiene de amar no nos deja ver que tenemos tendencia a confundir el capricho con amor, o una simple aventura con el mismo. Las expresiones de este amor adolescente son tan llamativas que dejan saber la fuerza con la que se vive:
La situación era realmente angustiosa. Enrique pudo notar que ya la niña parecía impacientarse. Pero él permanecía aferrado a los balaustres de la ventana, mirando a uno y otro extremo de la calle. No encontraba qué decir. Pensamientos cruzaban por su mente y él los iba atrapando para dejarlos ir inmediatamente sin atreverse a expresarlos. Apenas de sus labios se escapaba una musitación involuntaria.
     Muchas veces los amores se idealizaron en la persona equivocada, creyendo ilusamente que “si luchaban” por ese amor podría llegar a realizarse plenamente, pero los desengaños y las desventuras son grandes al darse cuenta que no tienen o no dan lo que esperaban, tal como le ocurrió a Enrique,  cuando tuvo que pelear con un muchacho que era enviado por su enemigo Ernesto, pretendiente también de Luisa: “El otro, en cosa de segundos, lo molió a golpes. Y no satisfecho con darle bastantes le cayó a mordiscos y patadas, y echó mano de otros infames recursos, en tal forma que el pobre Enrique hubo de huir, con las ropas deshechas y todo el cuerpo magullado”.
     En este mismo orden de ideas, es necesario mencionar los valores que salen a la luz influenciados por la fuerza que incita el amor. La valentía que muestra Enrique dentro del cuento es constante, desde el inicio se aprecia como un joven libre, capaz de enfrentar la vida a sus anchas, sin mediciones se fija en Luisa y la corteja, y sin mediciones también se defiende queriendo defender su amor, esto arrastra consigo una serie de emociones, de sensaciones, que aunque no ocultan los nervios y el temor, los vencen:
…Tornaba a colocar el mosaiquito con toda la cautela y delicadeza de que era capaz, y continuaba calle abajo aligerando el paso a medida que se alejaba de la ventana. Doblaba la esquina y luego de suspirar hondo por encontrarse a salvo, se acercaba al farol más cercano y loco de curiosidad comenzaba a leer aquello, sin duda delicioso, escrito en el papelito…
…Enrique no se amilanaba por esto. Sentíase perfectamente seguro. Por algo ella no dejaba de escribirle y en ocasiones propicias habíase deslizado con sigilo hasta el zaguán y allí habíase besado con él; besuqueos que primero fueron inocentes y cándidos, pero cuya inocencia y candidez iban desvaneciéndose a medida que Enrique volvíase habilidoso en la faena…

     La sociedad juega un papel importante y muchas veces decisivo dentro de las historias de amor. Gustavo Díaz Solís también muestra a la sociedad como elemento o factor fundamental dentro de “El Mosaiquito Verde”. Era costumbre, en una determinada época que las familias eligieran los compromisos de sus hijos, sin importar el gusto, pensar o el querer de estos, ya esta costumbre era un patrón social:
Pero poco o nada habrían significado estos requiebros si no hubiera sido porque Ernesto gozaba del apoyo y amistad del hermano de Luisa. Esto, claro está, significaba grave peligro para Enrique, toda vez que Ernesto bien podía penetrar impunemente en casa de Luisa. Además, y como para hacer más inquietante la presencia del patiquín, era objeto de grandes agasajos por parte de los interesados padres de Luisa, quienes haciendo caso omiso de la corta edad de ambos, ya comenzaban a gestar planes para el futuro, planes que, de realizarse, habrían de significar grandes beneficios para la familia.

     Con la llegada de este nuevo amor se produce una sensación muy difícil de manejar que monopoliza todos los sentidos y no permite prestar atención a ninguna otra cosa. Ya Enrique estaba hipnotizado por este sentir, y sus pensamientos se encontraban distantes, era como ir más lento o más rápido que el resto del mundo: “Apenas oía las explicaciones del bachiller Monzón sin atender a ellas. Pasábase largos ratos abstraído, mirando por la ventana del salón de clases, hacia el cielo, como si quisiese liberarse. Dejar volar su espíritu hasta donde él quería”. Era el amor que había tocado su puerta, y se lo había encontrado justo en su andar por la vida, en su libertad.
     El personaje de Luisa por el contrario, si bien es cierto que también le gustaba Enrique, no poseía como él esa fuerza y valentía. Quizás jugaba un papel pasivo dentro de la trama, no se ve involucrada en el amor tal como el protagonista. De hecho, no parece estar tan interesada en Enrique, de ello nos podemos dar cuenta al final del cuento, cuando es la única que muestra un tono irónico al hablar con él: “Pero, Enrique, ¿qué te pasa? Estás como nervioso... Las últimas palabras de Luisa, dichas con un cierto dejo burlón e hiriente, terminaron por exasperar a Enrique”.
     Luisa aparece con una actitud tranquila, sólo se aprecia un cierto apuro cuando está con Enrique y siente a sus padres: “¡Ay!, ¡mi mamá! —exclamó nerviosamente la muchacha haciendo un pícaro mohín, y tomando el cojín que le servía de apoyo preparóse a entrar”. La descripción que se hace de ella en la historia es de una muchacha muy bonita, y a causa de esto tenía varios pretendientes: “La belleza cada día más acentuada de la muchacha la había convertido en presa codiciada por más de un tenorio parroquiano”.
     El ambiente donde se desarrollan los hechos es urbano, ya que se menciona el pavimento, las plazas, las esquinas, los faroles:
Enrique paró en la esquina. Frente a él estaba la pequeña plaza, con sus árboles enhiestos, su estatua procera en el medio y sus faroles grandes iluminando las esquinas. Enrique escudriñó la plazuela. Buscó a sus compañeros de juego. Pero ninguno estaba allí. Volvió la cara con un gesto de fastidio hacia la calle que aparecía a su izquierda y tornó a patinar.
     En este ambiente transcurren todos los acontecimientos, desde el principio del cuento hasta el final. Y es el que nos hace identificar con detalles y precisión las andanzas de Enrique. Incluso al principio de la narración la descripción del ambiente es tan exacta que logra inmiscuir al lector y captar su atención:
 Tarde gris de octubre. Ráfagas de aire frío arrastran por la calle papeles arrugados y hojas amarillas, haciendo un ruido menudo y seco que va rasguñando el pavimento. Mujeres que caminan cabizbajas y presurosas afánanse por alisar la falda asustadiza que se esconde entre las piernas. Más allá de los tejados de rojo mortecino, más allá de las cúpulas adustas, extiéndense dormidos montes verdinegros, lejanías zarcas que cubre lenta neblina. Raudo corre el viento arremolinando el polvo. Tarde gris de octubre.
     “El Mosaiquito Verde” es una obra que muestra el amor adolescente de una forma muy real, con sus altos y bajos, deja de convertirse en un cuento “rosa”, para ser una historieta verídica, de hecho su final no es un final feliz. Enrique queda sólo con su amor, y no con Luisa, atraviesa el fracaso y lo palpa a su corta edad: “Colocó entonces, desconsolado, el mosaiquito verde, como una pequeña losa sobre su pequeño y difunto amor, y se alejó despacio por la calle”.
     La importancia que le da Enrique al mosaiquito de la ventana de Luisa es amplia, en él refugia muchos sentimientos, resguarda su sentir y lo hace parte de sus vivencias amorosas. Este mosaico representa una base del amor puro. Por ello aparece en la obra cuando los sentimientos florecen, y de nuevo vuelve a aparecer cuando el amor marchita. La simbología que quiere darle Díaz Solís a este elemento es tan fuerte que incluso lo coloca como título de su obra.
     El cuento es una de las formas literarias más antiguas, aunque es la última en adquirir una fisonomía independiente. “El Mosaiquito Verde” exige la concentración del lector. Presenta una trama concentrada en tensión y peripecias para lograr un efecto único. Además, no admite multiplicidad de personajes; estos aparecen caracterizados con los rasgos estrictamente necesarios.
     Por estas exigencias de síntesis, de funcionalidad, el cuento da una imagen de la vida de condensación. En el cuento se reflejan la complejidad y la diversidad del mundo en que vivimos, tal como se muestra en la obra analizada.

Marysabel Díaz

 El presagio como arquetipo fundamental en La Saga de los Confines de Liliana Bodog, específicamente en “Los Días de la Sombra”. (Ensayo)

     Los misticismos de las culturas primitivas latinoamericanas se fundamentaban en adoraciones y rituales hacia la naturaleza porque creían fundamentalmente que satisfacían sus necesidades espirituales, económicas y emocionales. Dicha creencia constituyó la base para que estas sociedades prehispánicas llevaran un estilo de vida que las definiría. Las numerosas ceremonias religiosas se sujetaban a rituales muy complicados e incluían sacrificios de llamas y, a veces, humanos. La adivinación y la curandería eran parte muy importante de la religión. Se creía en una vida de ultratumba que debería ser muy placentera  para los justos, aunque terrible para los perversos.
     La conexión espiritual que tenía el hombre con su hábitat era tan estrecha e intima que nos permite observar que él y la naturaleza eran uno, formando así parte de un ciclo, por tal motivo, su comunión con la tierra, el agua y el sol, eran sagrados para ellos, por tanto su deber y obligación era protegerlos. Así, el hombre realizaba entonces  un acto de participación cósmica, cumpliendo un trabajo de intermediación entre lo terreno y lo celeste, entre lo material y lo espiritual, en fin entre lo humano y lo divino.
     Esta creencia para algunos autores se denomina “tótem”, porque consistía en que una tribu estaba unida a una especie animal, vegetal u objetos diversos.
     Dentro de este marco de ideas, se puede decir que este lazo religioso del hombre con la tierra le proporcionaba dentro de su concepción visiones y presagios que le revelaban lo que iba a suceder a través de señales y sensaciones. Estos presagios y visiones pueden considerarse buenos o malos dependiendo de su interpretación y de la sensación. Se puede interpretar de distinta manera algo en común, porque todo depende de lo que sienta la persona o la cultura que lo esté viviendo u observando, por tanto, son elementos del pensamiento, tal como lo señala Díaz García (1992) en su libro de Psicología:

En el pasado se veía en la sensación una experiencia sensorial o percepción elemental; se concebían estas unidades elementales como los componentes del psiquismo en particular de las funciones cognoscitivas. Hoy sabemos que tales unidades elementales son abstracciones: fruto de una elucubración pensante. (p. 192).

     Volviendo a la cultura primitiva, es conveniente acotar, que el elemento mágico formaba parte de las mismas, porque estas sociedades realizaban ritos para conseguir lo que querían, utilizando su ingenio y usando plantas y bebidas; y si se les concedía lo que deseaban (de nuevo aparece el pensamiento) a través de sus cultos, para ellos, eran ritos mágicos.

     Según Martha Néjera (2003) en su tesis, alega que “los mayas prehispánicos y los actuales recurren a la magia  y a la adivinación, los sueños proféticos y los conjuros rituales con alucinógenos para solucionar desde enfermedades hasta las malas cosechas” (p. 36).

     De igual forma para la Antigua Roma también el elemento de la adivinación y el presagio estaban presentes. No sólo fue un arquetipo prehispánico. De hecho, gran importancia tenían en Roma los colegios de adivinos. Los Augures, por ejemplo, eran sacerdotes que practicaban oficialmente la adivinación, tenían en su poder  dos tipos de libros: rituales y los de comentarios, que eran necesarios para su labor. Ellos descifraban los signos de la voluntad de los dioses, adivinaban las señales del cielo e interpretaban acontecimientos imprevistos extraordinarios. Sus presagios eran importantes y respetados por la sociedad romana.

     Estas características idiosincrásicas anteriormente mencionadas, están presentes en la obra de Liliana Bodoc, en la Saga de la Confines, específicamente  en “Los Días de la Sombra”, porque reúne todos los elementos religiosos, mágicos y míticos que definirían a estas sociedades  señaladas. Es importante señalar que el mito es según Longfellow (1997):

Una narración fabulosa que pertenece a un grupo de personas que tiene una tradición más o menos común…. Por lo general se entiende que la lógica del pensamiento mítico es incompatible con nuestras ideas sobre lo que es ciencia o verdad empírica, pero esta idea debe atenuarse, aceptando que el mito también depende de un modo definido de percepción y se integró a todas las actividades del hombre antiguo. (p. 318)

     En “Los Días de la Sombra” se pueden distinguir diversos personajes que dejan ver el mundo del misticismo, la adivinación, los sueños y el presagio. Entre ellos están: Kupuka, el Masticador, Tres Rostros, Welenkin, el Halcón Ahijador y el Padrecito del Paso; los cuales están relacionados paralelamente con los elementos de la naturaleza, tal como la hacían en su oportunidad los hombres de las culturas primigenias.
     Kupuca se relaciona con el misterio y a su vez con el bosque y los animales, porque interactuaba con ellos. Ejemplos en “Los Días de la Sombra”: “Kupuka alzó la cabeza y abrió grande la boca para beber lluvia”, “Mientras Kupuka recorría los senderos del bosque, contando una historia a golpes de tambor, Tres Rostros jugaba en un río” (p. 29). El Masticador que conocía las plantas producto de la tierra; Tres rostros el brujo que sabía sobre las cosas del agua (presentía las noticias del norte porque por el movimiento de estas); Welenkín el que tenía la belleza de la creación, si había visto mil amaneceres entonces tenía en su cuerpo la belleza de mil amaneceres; El Padrecito del Paso le gustaba la compañía de los hombres, tanto así que les tejía hamacas y armaduras; y el Halcón Ahijador, señor de todos los halcones y las aves del cielo.
     Se puede decir, que estos personajes presintieron el desastre arrasador que sobrevenía a la tierra de Los Confines, porque estaban vinculados a los poderes sobrenaturales de la tierra y sus elementos, la cual, le permitía saber lo que sucedería en el presente y futuro. Eran brujos, y como todo brujo, realizan cultos y rituales. Ejemplo en “Los Días de la Sombra”: “El pueblo oyó callarse el tambor. Entonces cada uno de los que allí estaban alzó sus brazos al sol. Y todos se unieron en un canto afónico y entrecortado.” (p. 57).
          Es  preciso destacar, ya para culminar el presente ensayo, que la participación de los Lulus juegan un rol en esta obra de gran importancia, porque como seres de la naturaleza presagiaban que el mal y la muerte se avecinaban a través de la piedra del alba, la cual, era de forma cilíndrica de color blanco traslúcido, que llevaba un vaticinio, el cual consistía en que si ésta pasaba de su color  original al oscuro indicaba que la potestad de la vida terminaba sobre la muerte.
     Estos ejemplos dan a demostrar como la autora usa el elemento mágico para darnos a entender como lectores activos, que estos personajes presagiaban lo que estaba sucediendo. A lo largo de la obra nos damos cuenta que siempre hay un “porvenir” que en ocasiones pareciera estar cerca, pero en otras se percibe lejos e imposible de llegar.
     El arquetipo del presagio trabaja en el nivel simbólico. Es por eso que se convierte en un mecanismo literario, con el que el autor juega en la creencia común con la cual la mayoría de los lectores tendrán cierta experiencia directa, de tal modo haciéndolas anticipar una cadena de acontecimientos específica. Activa la anticipación: es innato tratar de predecir lo que ocurrirá en cada uno de los capítulos de “Los días de la Sombra”, tratar de saber que pasará al final y adelantarse a los hechos son consecuencias del arte del presagio en la literatura. Desde un simple elemento aparecido en la obra, como la cosecha que aparece a inicios de la misma, hasta las ideas de “futuro adelantado”, forman parte del presagio. Ejemplo en “Los Días de la Sombra”: “Pero Misáianes apenas había alcanzado el sueño cuando el dormir se le pobló de presagios, de náuseas y de advertencias que lo obligaron a abrir los ojos” (p. 13).
     Se puede decir entonces que en la Saga de los Confines de Liliana Bodoc el arquetipo de el presagio está presente desde sus inicios (Los días del Venado), pero en los días de sombra la reunión de brujos hace que este elemento se haga más fuerte y objetivo, llevando al lector a un mundo inimaginable de aventuras inciertas y desenlaces no esperados, aunque intuitivos.

Marysabel Díaz

viernes, 18 de noviembre de 2011

Delirio

     40º grados de temperatura habían invadido todo mi organismo,  la fiebre subía a mi cabeza y me provocaba un dolor inexplicable… Manzanillas, tilos, brebajes de la abuela y nada funcionaba. Recurrí a la resignación para poder soportar los latidos de dolor. Cuando eran las dos de la mañana decidí acostarme para que la espera fuera menos traumática, pañito frío en la frente.
    Cada poro de mi piel me indicaba que no todo estaba normal, hasta las sabanas ardían. Me trataba de acomodar para que en algún momento llegase el sueño, pero cuando se espera a Morfeo, no llega. Vueltas y vueltas y nada. Se hicieron las 4am… Aun despierta y sudando frío. Los parpados pesaban. Yo recordaba que tenía mil cosas por leer pero sabía que si intentaba hacerlo el dolor se agudizaba. Hacía como un recuento de los deberes que había dejado en abandono (entre los que estaba hacer un análisis de la literatura medieval, donde los juglares se burlaban de mí y de mi fiebre), en eso estaba, cuando vi a una pared del cuarto acercarse hasta casi tocarme, y la lámpara de la mesita de noche se cambiaba de lugar quedando en ocasiones al revés… Busqué de enderezarla pero el escalofrió que sentía al sacar los brazos de la sabana era terrible, y dejaba que ella se moviera en una danza que no había percibido en días de normalidad. La pared estaba cada vez más cerca y yo me escondía bajo la almohada para evitar el miedo que me producía la sensación de la gigantez sobre mí.
     Quise vencer mi miedo y me propuse sacar una mano, sólo para tomar el agua que había dejado en la mesita de noche, pero esta –la mesita-  se había alejado de la cama ya estaba en la ventana, creo que se quería lanzar desde allí a la calle. No entendía por que. Al ver la ventana abierta pensé que quizás ese era el motivo de mi frío, tal vez no tenía fiebre… Era el frío de la madrugada que no me dejaba dormir. ¡Quise pegar gritos! ¡Auxilio! Alguien que cierre la ventana por favor… nadie me escuchó. En medio de la desesperación solté una lágrima, creí morir. Morir en la etapa de mi vida donde tenía tantas cosas por hacer: aun no terminaba de darle todos los besos a la persona que quiero, no sé lo que se siente estar en un malecón de noche, no he tomado nada en copas de cristal, no he ido a Italia. Morir no era grato.
     Cuando ya la almohada estaba empapada de lágrimas y sudor vi que la pared se alejó, se colocó en su sitio, donde siempre había estado… Y la mesita de noche junto con la lámpara se bajaron de la ventana (me picaron el ojo) y se situaron justo al lado de la cama. Sentí alegría.
     6:25am, abrí los ojos y percibí todo en total normalidad, quité el pañito frío de mi frente y decidí bañarme, era hora de alistarse para ir a trabajar. Le di un abrazo a mi mesita de noche y salí de la habitación. Era un nuevo día.
                                                                                                                                      Marysabel Díaz.