El presagio como
arquetipo fundamental en La Saga de los Confines de Liliana Bodog,
específicamente en “Los Días de la Sombra”. (Ensayo)
Los misticismos de las culturas primitivas
latinoamericanas se fundamentaban en adoraciones y rituales hacia la naturaleza
porque creían fundamentalmente que satisfacían sus necesidades espirituales,
económicas y emocionales. Dicha creencia constituyó la base para que estas
sociedades prehispánicas llevaran un estilo de vida que las definiría. Las
numerosas ceremonias religiosas se sujetaban a rituales muy complicados e
incluían sacrificios de llamas y, a veces, humanos. La adivinación y la
curandería eran parte muy importante de la religión. Se creía en una vida de
ultratumba que debería ser muy placentera
para los justos, aunque terrible para los perversos.
La conexión espiritual que tenía el hombre
con su hábitat era tan estrecha e intima que nos permite observar que él y la
naturaleza eran uno, formando así parte de un ciclo, por tal motivo, su
comunión con la tierra, el agua y el sol, eran sagrados para ellos, por tanto
su deber y obligación era protegerlos. Así, el hombre realizaba
entonces un acto de participación cósmica, cumpliendo un
trabajo de intermediación entre lo terreno y
lo celeste, entre lo material y lo espiritual, en fin entre lo humano y lo divino.
Esta creencia
para algunos autores se denomina “tótem”, porque consistía en que una tribu
estaba unida a una especie animal, vegetal u objetos diversos.
Dentro de este marco de ideas, se puede
decir que este lazo religioso del hombre con la tierra le proporcionaba dentro
de su concepción visiones y presagios
que le revelaban lo que iba a suceder a través de señales y sensaciones. Estos presagios y visiones pueden considerarse buenos o malos dependiendo de su
interpretación y de la sensación. Se puede interpretar de distinta manera algo
en común, porque todo depende de lo que sienta la persona o la cultura que lo
esté viviendo u observando, por tanto, son elementos del pensamiento, tal como
lo señala Díaz García (1992) en su libro de Psicología:
En el pasado se veía en
la sensación una experiencia sensorial o percepción elemental; se concebían
estas unidades elementales como los componentes del psiquismo en particular de
las funciones cognoscitivas. Hoy sabemos que tales unidades elementales son
abstracciones: fruto de una elucubración pensante. (p. 192).
Volviendo a la cultura primitiva, es conveniente acotar, que el elemento
mágico formaba parte de las mismas, porque estas sociedades realizaban ritos
para conseguir lo que querían, utilizando su ingenio y usando plantas y
bebidas; y si se les concedía lo que deseaban (de nuevo aparece el pensamiento)
a través de sus cultos, para ellos, eran ritos mágicos.
Según Martha Néjera (2003) en su
tesis, alega que “los mayas prehispánicos y los actuales recurren a la
magia y a la adivinación, los sueños
proféticos y los conjuros rituales con alucinógenos para solucionar desde
enfermedades hasta las malas cosechas” (p. 36).
De igual forma para la Antigua
Roma también el elemento de la adivinación
y el presagio estaban presentes. No sólo fue un arquetipo prehispánico. De
hecho, gran importancia tenían en
Roma los colegios de adivinos. Los Augures, por ejemplo, eran sacerdotes que practicaban oficialmente la
adivinación, tenían en su poder dos
tipos de libros: rituales y los de comentarios, que eran necesarios para su
labor. Ellos descifraban los
signos de la voluntad de los dioses, adivinaban las señales del cielo e interpretaban acontecimientos imprevistos
extraordinarios. Sus presagios eran importantes y respetados por la sociedad
romana.
Estas características
idiosincrásicas anteriormente mencionadas, están presentes en la obra de
Liliana Bodoc, en la Saga de la Confines, específicamente en “Los Días de la Sombra”, porque reúne
todos los elementos religiosos, mágicos y míticos que definirían a estas
sociedades señaladas. Es importante
señalar que el mito es según Longfellow (1997):
Una narración fabulosa que
pertenece a un grupo de personas que tiene una tradición más o menos común….
Por lo general se entiende que la lógica del pensamiento mítico es incompatible
con nuestras ideas sobre lo que es ciencia o verdad empírica, pero esta idea
debe atenuarse, aceptando que el mito también depende de un modo definido de
percepción y se integró a todas las actividades del hombre antiguo. (p. 318)
En “Los Días de la Sombra” se pueden
distinguir diversos personajes que dejan ver el mundo del misticismo, la
adivinación, los sueños y el presagio. Entre ellos están: Kupuka, el
Masticador, Tres Rostros, Welenkin, el Halcón Ahijador y el Padrecito del Paso;
los cuales están relacionados paralelamente con los elementos de la naturaleza,
tal como la hacían en su oportunidad los hombres de las culturas primigenias.
Kupuca se relaciona con el misterio y a su
vez con el bosque y los animales, porque interactuaba con ellos. Ejemplos en
“Los Días de la Sombra”: “Kupuka alzó la cabeza y abrió grande la boca para
beber lluvia”, “Mientras Kupuka recorría los senderos del bosque, contando una
historia a golpes de tambor, Tres Rostros jugaba en un río” (p. 29). El
Masticador que conocía las plantas producto de la tierra; Tres rostros el brujo
que sabía sobre las cosas del agua (presentía las noticias del norte porque por
el movimiento de estas); Welenkín el que tenía la belleza de la creación, si
había visto mil amaneceres entonces tenía en su cuerpo la belleza de mil
amaneceres; El Padrecito del Paso le gustaba la compañía de los hombres, tanto
así que les tejía hamacas y armaduras; y el Halcón Ahijador, señor de todos los
halcones y las aves del cielo.
Se puede decir, que estos personajes
presintieron el desastre arrasador que sobrevenía a la tierra de Los Confines,
porque estaban vinculados a los poderes sobrenaturales de la tierra y sus
elementos, la cual, le permitía saber lo que sucedería en el presente y futuro.
Eran brujos, y como todo brujo, realizan cultos y rituales. Ejemplo en “Los
Días de la Sombra”: “El pueblo oyó callarse el tambor. Entonces cada uno de
los que allí estaban alzó sus brazos al sol. Y todos se unieron en un
canto afónico y entrecortado.” (p. 57).
Es
preciso destacar, ya para culminar el presente ensayo, que la
participación de los Lulus juegan un rol en esta obra de gran importancia,
porque como seres de la naturaleza presagiaban que el mal y la muerte se
avecinaban a través de la piedra del alba, la cual, era de forma cilíndrica de
color blanco traslúcido, que llevaba un vaticinio, el cual consistía en que si
ésta pasaba de su color original al
oscuro indicaba que la potestad de la vida terminaba sobre la muerte.
Estos ejemplos dan a demostrar como la
autora usa el elemento mágico para darnos a entender como lectores activos, que
estos personajes presagiaban lo que estaba sucediendo. A lo largo de la obra
nos damos cuenta que siempre hay un “porvenir” que en ocasiones pareciera estar
cerca, pero en otras se percibe lejos e imposible de llegar.
El arquetipo del presagio trabaja en el nivel simbólico. Es por eso que se
convierte en un mecanismo literario, con el que el autor juega en la creencia
común con la cual la mayoría de los lectores tendrán cierta experiencia
directa, de tal modo haciéndolas anticipar una cadena de acontecimientos
específica. Activa la anticipación: es innato tratar de predecir lo que
ocurrirá en cada uno de los capítulos de “Los días de la Sombra”, tratar de
saber que pasará al final y adelantarse a los hechos son consecuencias del arte
del presagio en la literatura. Desde un simple elemento aparecido en la obra,
como la cosecha que aparece a inicios de la misma, hasta las ideas de “futuro adelantado”,
forman parte del presagio. Ejemplo en “Los Días de la Sombra”: “Pero Misáianes apenas había alcanzado el sueño
cuando el dormir se le pobló de presagios, de náuseas y de advertencias que lo
obligaron a abrir los ojos” (p. 13).
Se puede decir entonces que en la Saga de
los Confines de Liliana Bodoc el arquetipo de el presagio está presente desde
sus inicios (Los días del Venado), pero en los días de sombra la reunión de
brujos hace que este elemento se haga más fuerte y objetivo, llevando al lector
a un mundo inimaginable de aventuras inciertas y desenlaces no esperados,
aunque intuitivos.
Marysabel Díaz
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