La Real Academia Española
y los venezolanismos.
En toda lengua existe la preocupación de
establecer con claridad el uso correcto de la misma, es decir, una norma que domine las diversas formas de hablar
comúnmente utilizadas por la sociedad y
que a su vez refute las formas incorrectas, vulgares o postergadas
(abandonadas). La norma culta, que sirve de guía y que se caracteriza por su
universalidad, por su arraigo cultural y por su estabilidad, constituye en
modelo de corrección, no por imposición u obligación, sino por su utilidad, en
cuanto que establece unos principios derivados de lo que la mayoría practica y
que por ello ayuda y favorece a la unidad del idioma, unidad que no reconoce
igualdad. Esta norma de corrección aceptada tiene unas vertientes de expansión:
organismos, instituciones, personas instruidas, academias... La Real Academia Española, que es el
prestigio social del buen uso del idioma español, y las grandes obras de
escritores, contribuye a establecer y mantener unos “criterios” de corrección
que innegablemente cooperan a la unidad de la lengua. Esta academia se funda en Madrid el año 1713, bajo el reinado
de Felipe V, inspirada en el modelo de la Academia Francesa y con el
propósito, reflejado en sus primeras leyes, de trabajar al servicio del idioma
español. Por
ello la misma (la RAE), ha aumentado su pensamiento de “velar porque los
cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las
necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en
todo el ámbito hispánico”. En consecuencia, no admite “por capricho” cualquier
voz, sino que la analiza y estudia a fin de ultimar si es apta o no para su
aprobación. El requisito fundamental es que haya alcanzado el uso general en
cada país, entre otros requerimientos. Partiendo de esto, se observa que cada
región origina voces o vocablos procedentes de las mutaciones y modificaciones
que posee la lengua por su dinamismo natural; una variedad diferente de la
española, pero no aislada ni impropia. Por tal motivo la Real Academia Española
preocupada por la unidad y el porvenir de la lengua, decide incorporar (obedeciendo
el origen de cada vocablo) los denominados ismos
–bolivianismo, chilenismo, mejicanismos paraguayismo, venezolanismos, etc.- que parten de la identidad nacional, y que no
establecen distinciones, discriminaciones ni privilegios entre los mismos. Acotando
que el término españolismo aparece en
el DRAE como “Amor o apego a las cosas características o
típicas de España”, cuestión que llama la atención a muchos estudiosos del
tema. En
lo que corresponde al venezolanismo propiamente dicho, la Real Academia (año
2000) hubo aceptado quizás 1.497 vocablos, excluyendo de ellos 109 voces, sin
embargo se piensa que la institución no considera de forma adecuada los venezolanismos, sin
culpar de ninguna manera a los lexicógrafos venezolanos cuyo trabajo ha sido persistente,
ya que no se han incorporado al DRAE (Diccionario de la Real Academia Española)
muchas voces propuestas por la Academia nacional. Existen motivos que
probablemente hayan contribuido a la escasa atención que ha prestado la RAE a
estos vocablos. En este sentido, ¿Qué
ocurriría si la Real Academia Española no tomara en consideración a los
venezolanismos?
En primer lugar, es necesario recordar que
la Real Academia Española está integrada por personas comunes, y que no es un
ente “automático” capaz de aceptar o rechazar términos por voluntad propia.
Esta academia está conformada por un grupo de personas –académicos- que
mediante el análisis y estudio de diversos aspectos, y consideraciones,
permiten la aprobación de normas, leyes y voces para que formen parte de lo que
podría considerarse correcto. La Real Academia Española está conformada por académicos
de número, académicos correspondientes españoles, académicos correspondientes
extranjeros, académicos de número de las academias americanas y los académicos
honorarios. Aunado a esto, y muy a pesar de ser académicos, también son hombres
y mujeres que obedecen a su origen (español- europeo), a su identidad, a su arraigo
y a lo que es más importante, a su propia lengua. Entonces podría existir
quizás una especie de egoísmo o hermetismo para la elaboración de diccionarios,
por ejemplo. Es muy difícil el desprendimiento total del pensar propio, de la
tendencia ideológica. Por ello en la academia existe favoritismo a algunas
voces y discriminación hacia otras que en algunos lugares se consideran
pertinentes para el DRAE. La academia responde a un interés y a unas ideas que
muchas veces son excluyentes. De allí el pensamiento de concebir al diccionario
como no preciso ni determinado, ya que el lexicógrafo tampoco lo es. El rechazo
hacia muchos venezolanismos formaría parte de esta exclusión y discriminación,
que no detiene el crecimiento de la lengua. La norma puede rechazar, pero la
lengua avanza de forma desmedida.
En segundo lugar, si la RAE no considerara
a los venezolanismos se estaría negando la legitimidad de una sociedad, se
estaría obstaculizando la justicia que tiene una colectividad a ser respetada
por la ley. Además se negaría la diversidad (factor importante para la lengua,
ya que la lengua es diversa), se estaría obviando que la lengua es variable,
para tomar en cuenta solo aquella que nace desde donde se estudia, y con ello
opacando el surgimiento de múltiples voces y vocablos. Por último se presiona
implacablemente la identidad de una comunidad, que por más cambios que haya
sumado a su desarrollo, posee una raíz, una identificación que la hace ser
única y diferente dentro de su naturaleza.
Por consiguiente, y para dar respuesta a
la interrogante planteada al inicio, si la Real Academia Española no tomara en
cuenta a los venezolanismos, estos no podrían entrar o participar en lo que se
denomina la norma culta, pero no
estarían deteniendo su crecimiento. La diferencia estaría en no pertenecer a un
registro uniforme y “legal” que reconozca a estos venezolanismos como adecuados
o correctos. La lengua se sigue ampliando, todos los días existen cambios
dentro de la misma, y todos los días surgen palabras y expresiones nuevas que
no buscan en primera instancia ser “aprobadas”. Simplemente surgen.
Probablemente la disminución del etnocentrismo
en la academia contribuya a la permisión de palabras que no son íntimas y
propias del español, es decir, del español de España, sino que también abra
paso y valore a una cantidad de términos surgidos en otras latitudes. Tratar de
que una lengua reconozca y defienda a una sola norma ideal es algo casi
imposible de suceder, ya que la lengua es diversa y dentro de su diversidad necesita expansión.
Marysabel Díaz.