martes, 24 de mayo de 2011

Ser o Parecer (Macbeth)

     Shakespeare, un escritor de tragedias teatrales acostumbrado a plantearse dilemas tales como: ¿Qué es más verdad la ficción o la realidad? ¿Quién es yo, qué es lo que de genuino hay en mí?, logró representar en Macbeth (la obra basada en la vida de este personaje histórico) aquellos conflictos afrontados por el hombre en su intenso recorrido por el mundo. La dialéctica del Ser o Parecer es uno de ellos. Es decir, en esta obra se busca reflexionar (entre otras cosas) sobre la ficción y la realidad, los simulacros y lo genuino, lo real y lo imaginario.
    Es verdad que existe una grieta entre lo que somos y lo que parecemos ser, y es también verdad que la drama de la vida impulsa a tomar determinados y continuos papeles más allá de nuestra inclinación natural, que estamos siempre aparentando ser algo distinto de lo que somos como si fuéramos actores empeñados en mostrar lo mejor o lo peor de nosotros mismos, pero es también verdad que esa imitación inicial está incrustada en la conducta, en la acción, mientras que nadie finge cuando está a solas, duerme o simplemente reposa.
     En su famoso drama “Macbeth”, Shakespeare describe la historia de una ambición desmedida y cómo ésta evoluciona a prepotencia y arrogancia hasta el fatal desenlace. Macbeth era un hombre extremadamente ambicioso, que, por encima de todo, pretendía ser rey. Sin que la obra explique el por qué, Hécate, la tenebrosa y enigmática diosa del destino, quiso provocar la caída de Macbeth. Para ello encargó a sus tres brujas que le profetizaran un futuro grandioso, que Macbeth creyó con mucho gusto, pues sus ansias de poder eran ilimitadas.
     Incitado por las brujas y para lograr sus fines, Macbeth no dudó en ir matando a todos sus adversarios y a cada uno de los amigos que en su carrera le habían ayudado. A medida que avanza el drama, la práctica de sus crueldades y crímenes hace difícil la marcha atrás.
     Tras lograr ser rey, no acaba por ello la tragedia de Macbeth. La corona descansa vacilante sobre una cabeza atormentada, con sentimiento de culpa por los crímenes cometidos y con sospecha y desconfianza hacia cualquiera que intente desplazarle.
     Hasta aquí, el protagonista es la ambición desmedida. Pero la malvada Hécate piensa que la preparación para la caída de Macbeth aún es deficiente y éste todavía puede librarse de la trampa, por lo que da nuevas instrucciones. Hécate no estalla más la ambición de Macbeth ni le insiste en cometer más horrores, ni en otras sugestiones vagas, sino que explota su confianza y prepotencia, encargando a sus brujas que lo engañen.
     De esta manera, las brujas vaticinan a Macbeth que puede estar plenamente confiado: “... pues ningún hombre dado a luz por mujer a Macbeth podrá dañar” y “Macbeth nunca caerá vencido hasta el día en que el gran bosque de Birnam suba para combatirle hasta la alta colina de Dunsinan”. Como las dos condiciones parecen imposibles, Macbeth se siente seguro, confiado y dispuesto a cometer todas las tropelías y crímenes que sean necesarios. Sin embargo, lo que parece no es, y acaba asesinado por Macduff, nacido de cesárea. Igualmente, el enemigo, oculto con ramajes tomados del bosque de Birnam, avanza hacia el castillo de Dunsinan, lo asalta y acaba con Macbeth. La profecía se ha cumplido y Malcolm sube al trono.
     Esto quiere decir, que es falso todo lo que las brujas le manifiestan a Macbeth, anunciándole su permanencia eterna, o por lo menos la forma en que él cree y se imagina el cumplimiento de este oráculo (parecer). Pero si es cierto que termina siendo un hombre solo, preso de sus propios crímenes, acabado por su conciencia y desterrado del poder (ser).
     Lo que hace de Macbeth una obra tenebrosa e inquietante es también lo que la hace potente y encantadora: su tratamiento dramático del mal, del mal que nace del ansia de poder. En su historia se puede notar la relación que hay entre el crimen y el castigo, la brujería y elementos sobrenaturales, cuya acción presurosa mantiene el interés hasta el final. Pero una obra tan activa, es también profundamente reflexiva. En ella van paralelas la acción física con el rebullicio de conciencias en las que se posa. De esta forma la obra indaga en lo prohibido, explora la culpabilidad mediante un lenguaje metafórico y sensorial único, el más denso lenguaje figurado de Shakespeare, con imágenes asociadas a las tinieblas, la muerte, la naturaleza trasgredida, la crueldad, la esterilidad (el alma llena de escorpiones, el recién nacido cabalgando a lomos de un caballo en la noche, la criatura sonriente arrancada del pecho de su madre). Una cantidad de imágenes que van impresionando al lector o espectador, operando a través de símbolos que van conformando una lectura coherente.
     En el acto V Macbeth recibe la noticia de la muerte de su esposa -no se comenta por qué causa, pero generalmente se supone que por suicidio-, y pronuncia su monólogo incrédulo: “La vida es una sombra que transcurre, un pobre actor que se pavonea sobre el escenario para jamás volver a ser oído. Es un cuento contado por un necio, lleno de ruido y furia que nada significa”, luego toma la determinación de combatir hasta el final. Con esto se apoya lo que se menciona anteriormente del Ser o Parecer, pues Macbeth aún agobiado por tantos remordimientos, nota que su paso por el mundo es impreciso y se da cuenta que no es lo que buscaba ser, sino simplemente “parece”. Su vida no es real, es una sombra sin mérito que no significa nada. Todos los crímenes cometidos le han servido sólo para atormentar su conciencia, no para convertirse en el ser que deseaba, en el ser que las brujas le profetizaron. Macbeth es entonces ese “pobre actor” al que él mismo se refiere.
     Una atmósfera irritable gobierna el drama desde los primeros versos hasta el cumplimiento de la profecía: el encantamiento infernal que revela al guerrero victorioso y ambicioso a través de la profecía de las brujas, y sus no confesadas aspiraciones, cierran sobre él una trama inevitable.
     Es una gran obra shakespeana, que transcurre en el siglo XI, y sigue presente en el teatro de la vida y en el de las organizaciones en el siglo XXI.

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